El gobierno actual se podría llamar una “monarquía parlamentaria teocrática”. (similar al actual Reino Unido). El emperador delega parte de su poder político ante un consejo formado por representantes electos de cada una de las ciudades-estado, pero a su vez, es venerado como la máxima autoridad en la fé de Lumen.
Este emperador lleva más de un milenio en el trono gracias al apoyo de unos espíritus que lo ascendieron a Ayshane. El pueblo ve eso como una señal divina de que su palabra es justa y sabia.
Como curiosidades, la ciudad tiene muy poco paro (1%) y su moneda se llama “Lu”, con un valor parecido a los créditos de Sargantana.
Puesto que la ciudad está ubicada sobre un volcán activo, eso moldea remarcablemente la vida cotidiana de la misma. La temperatura en Lumen es algo superior a la media de Ma’keli. Obviamente, los vehículos voladores son muy comunes, en especial una clase de ala-deltas unipersonales que funcionan con las corrientes de aire ascendiente del volcán. También hay naves de mayor tamaño para transportes de mercaderías y multitudinario.
Hace siete milenios, el imperio de Lumen era un lugar mucho más arcaico y opresor. Un día, en medio de protestas y tumultos, el emperador falleció, y su hijo tomó el trono.
Todos los generales querían entrenar al nuevo monarca para que dirigiera tropas, para que blandiera la espada y cabalgara a la victoria. Pero el emperador no quería ni oír a hablar de eso. Él era un hombre culto, que había estudiado en las mejores academias extranjeras para forjar alianzas y traer conocimientos a su nación.
Durante décadas, el rey se esforzó en arreglar todo aquello que veía mal en el imperio. Abolió la esclavitud y se aseguró que los dueños de negocios y tierras trataran bien a sus obreros y les ofrecieran salarios dignos. Abrió escuelas y academias donde su gente podría formarse, aprender oficios y crecer como pueblo.
Arregló las calles y los caminos, reforzando su seguridad y movilizando a las guardias para que mantuvieran la paz. Hizo construir casas para los sin techos, hospitales para los enfermos, asilos para los mayores.
Pasaron los años, y el emperador enfermó de gravedad. Sus generales, temiendo por su vida, le recriminaban que había perdido el tiempo haciendo un reino próspero pero indefenso, que sería presa de un mal oscuro al que ya no tendría fuerzas para enfrentarse.
Sucedió un día, que la doctora que atendía a su majestad no supo callarse ante los generales. Se levantó y se encaró a uno de ellos, para decirle: “El emperador ha erradicado la pobreza, enseñado a los ignorantes, acogido a los indigentes, encerrado a los corruptos, y asegurado que todos los enfermos sean sanados. Apenas hay robos, pues a nadie le falta dinero para llevarse el pan a la boca. Somos una nación próspera, orgullosa, y admirada por nuestros vecinos y aliados.
Pero usted sigue esperando que el mal florezca, que algún enemigo oscuro venga para atacarnos por pura malicia. La gente no nos atacaría por malicia. Lo haría por desesperación, y la gente no está desesperada. El mal es una mala hierba que crece en las grietas de los caminos, en las casas derrumbadas y en las esquinas olvidadas. Arraiga en la indiferencia, y se riega con el sufrimiento. Pero su majestad ordenó que las cosas rotas fueran enmendadas, y que las personas que sufrían fueran atendidas.
Ya no existe el mal en este reino.” Terminó la doctora. “El emperador lo mató de hambre hace mucho.”
LA FE
La religión de lumen adora al dios Lucius, heraldo de la luz al que se le atribuye una cantidad innumerable de características positivas. Aunque los Luminarios le agradecen toda la buena fortuna que vivan en su día a día, no creen que su dios sea absolutamente todopoderoso.
Al contrario, Los luminarios se consideran a sí mismos guardianes de la luz, protectores de todo lo que es bueno y hermoso en el mundo.
El mito de creación de Lucius se conoce como la leyenda de la compasión de la creación:
“No se conoce la razón de la creación del mundo. Un conflicto causó que se separara del resto de la divina perfección y tomase su forma actual.
Al principio, sólo había caos. Y en el caos, la oscuridad crecía, trayendo consigo todas las cosas malvadas. Las personas de antaño estaban indefensas ante esta oscuridad.
La diosa madre tomó compasión de ellos. Con un gran esfuerzo, les otorgó un regaño. Una chispa de su propia divinidad. La vela de Lucius, cuyo hermosa llama despejaba la oscuridad y traía la iluminación y la razón a las personas.
Los mortales eran como juncos, los seres más frágiles de la creación. Pero gracias a ese regalo pasaron a ser juncos pensantes. Y guiados por la luz de Lucius, pudieron dar sus primeros pasos a una gran prosperidad.
La luz trajo la sabiduría a los mortales, y ellos protegieron y alimentaron la llama, que creció y maduró hasta alcanzar la misma divinidad que su madre había ostentado en su tiempo.
Pero Lucius, en el fondo, continúa siendo una vela. Su poder es hermoso y puede crecer más de lo que ningún mortal podría jamás comprender, pero estos, si quieren seguir admirando su luz, deben cuidarse de que jamás sea extinguido.”
Ese es el pacto que los Sabios de Lumen forjaron, y todavía hoy se mantiene.
Antaño la religión de Lumen era muy estricta y dominaba todos los aspectos de la ciudad. Eso se ha relajado con los años, adaptándose a una fe con un dogma relativamente flexible. Todavía las cosas oscuras se ven como algo negativo, siendo los poderes y colores oscuros vistos como algo negativo o maligno, y los luminosos y blancos como divinos. Vestir únicamente tonos oscuros, o mostrar habilidades de sombra en público puede ganarse el desprecio de la mayoría de la ciudad
Más allá, se aprecia la devoción a la ayuda de los demás y la entrega de uno mismo a un bien mayor, siempre que sea para traer más luz y bienestar al mundo. La ciudad tiene muy poco paro, gracias a una política compatible con esta idea: muchos devotos están dispuestos a aceptar trabajos pesados que podrían reemplazarse por máquinas, simplemente para sentir que están haciendo un bien.
Esta cultura de entrega no funciona en muchos sitios, pero la doctrina religiosa y la cultura del lugar hacen de Lumen una frágil excepción. No exenta de peligros: algunos miembros más radicales tratan de tomar esa influenciabilidad para alterar la opinión pública a su favor. A la vez, algunas generaciones más jóvenes comienzan a pedir un mejor nivel de vida y menos entrega sin recompensa.
También se nota en su ejército, que está íntimamente unido al clérigo. Puesto que la fe se basa en la defensa de la luz, sus clérigos son entrenados en las artes de combate y participan activamente en la defensa de la ciudad. El equivalente de SECCIÓN serían los sabios de lumen, reconocibles por sus largas túnicas blancas, sus rostros cubiertos por máscaras y sus tradicionales lanzas con punta en ambos extremos. Estos guerreros forman una presencia casi constante en la ciudad, guardando las esquinas de cada calle y formando el grueso de sus tropas de pié.
Soldado de los Sabios de Lumen.
La devoción a la luz no se limita únicamente a los Lumien. Se aprecia en la forma de vestir de los habitantes, que prefieren los colores blancos y dorados, y suelen rehuir de los negros (aunque en ocasiones son vestidos de forma provocativa o para representar una penitencia).